martes, mayo 15, 2007

SUPERHÉROES SIN ANTIFAZ

A propósito de antifaces y de personalidades ocultas, encontré esto en emol.com y me pareció digno de compartir, después de todo, algo de superhéroe hay en cada uno de nosotros.



EL SALÓN DE LA JUSTICIA

Superman, Batman y Spiderman. Aunque los tres súperheroes más importantes de la cultura pop vienen de los cómics, son las películas los que los convirtieron en íconos. Basados en sus versiones cinematográficas intentamos explicar por qué Spiderman la rompe actualmente. Es que así como cada uno tiene su preferido, cada década coronó a su súperheroe. Porque más que fuerza bruta son un asunto de valores. ¿Y usted, por cual vota?
Por Isabel Plant y Marcelo Ibáñez.

El ochentero: ¿Qué tiene de súper Superman?
Si Spiderman, Batman y Superman tuvieran que competir físicamente, probablemente ganaría el tercero. Tiene más fuerza, rayos que le salen de los ojos y vuela. Batman en cambio es un James Bond en traje de cuero (con pezones o sin pezones, depende del director de la película) y Spiderman tiene harta flexibilidad (en la recién estrenada III parece una Nadia Comanenci) pero así como fuerza bruta, no mucho. Además, ¿qué tanto daño puede llegar a provocar con una telaraña?
Pero eso no significa que Superman sea “el mejor”. Los súper héroes no se miden sólo por la fuerza bruta, sino que también por lo que representan. Y eso hace que uno sea más popular que otro, en un momento determinado. Vamos por parte. Que Seinfeld me perdone, pero ese Superman no tiene nada tan súper -y casi nada de hombre ya que como sabrán es un extraterrestre-. En términos de rendimiento, en la primera cinta Clark Kent estaba avocado a salvar a Luisa Lane (Superman, 1978) y después, en Superman II (1980), a salvar el mundo. “El mundo” significaba el estilo de vida norteamericano. Superman será un buen tipo, nadie dice lo contrario, pero es un yanqui protector de la moral y las buenas costumbres. Un superhéroe republicano vestido con los colores de la bandera de EE.UU, un ícono perfecto para los comienzos de la era Reagan. La década de los ochentas es el comienzo del fin de la guerra fría, y es quizás, la última década en que EE.UU pudo venderle al resto del mundo su discurso de salvadores del planeta, de vigilantes de la democracia y de hacer ver a los marines (una especie de cowboys de la segunda mitad del siglo XX) como paladines de la justicia.
Superman es en el fondo, una representación de eso, del águila vigilante, inmaculado y perfecto, un superhéroe que salva al mundo sin despeinarse el rulito. La representación del Presidente de EE.UU hecho superhéroe.
En Superman II (80) los malos viene de paisajes fríos y tienen pinta de rusos, y al final de la película, el tipo de la capa roja como que levantaba una bandera de Estados Unidos y le decía al Presidente que siempre, siempre, nos iba a cuidar. Y bueno, Superman 3 (1983) fue borrada de los anales de la historia por horrible. En ella Superman batalla contra sí mismo (igual que Spiderman en la última, pero él hace cosas como nerd-chistosas y es infinitamente mejor), y hay computadores malos. Incluso la última, Superman Returns (2006) hace como que la tres no existe y parte de donde termina la dos. Lo mejor que podría hacer Superman es volar en el sentido contrario a la rotación del planeta y volver a los 80s. Por lo mismo me negué en principio a ver Superman Returns (2006). Intuía lata. Y tenía razón: la película parece dramón tipo O.C más que una buena cinta de superhéroes.
El verdadero punto a favor de Superman es haber sido el pionero. En esta tríada de justicieros, fue el primero que se puso malla y los calzoncillos por afuera del pantalón con dignidad (la serie Batman con Adam West es un clásico de los 60’, pero eso no siempre es un halago), asumió una doble vida de periodista y salvó a la chica.
Hay que tenerle respeto a los mayores, pero cuando salieron las primeras películas Superman volaba solo. Hoy hay más de dónde elegir a un salvador. Esa es la kriptonita de Superman actualmente: el libre mercado de los superhéroes. Y como cada década tiene al suyo propio, llegaron los noventas y llegó Batman.


Huele a espíritu adolescente:
Batman, un héroe contra el mundo. Batman en versión cinematográfica se debe sólo a una persona: Tim Burton. Porque Batman (1989) y Batman Returns (1992), por Dios que son buenas. Un respiro de aire fresco post Superman. Burton trajo a Wayne, Bruce Wayne. El héroe oscuro y serio de una ciudad Gótica tan sucia y peligrosa como atractiva. Los villanos no venían de planetas raros y eran tan bacanes como Jack Nicholson, las chicas lindas tan lindas como Kim Bassinger y Michelle Pfeiffer, y Batman tenía puros juguetes, tan caros como atractivos. Batman es, por sobre todo, Bruno Díaz: un niño rico con problemas de frustración. Un tipo que quedó huérfano, con mucha, mucha plata, y decide hacerse un traje y salir a matar a los malos. ¿Una necesidad biológica como la de Superman? No. ¿Una mala jugada del destino, como Spiderman? Más bien el hobby vengativo de un niño rico.
Perfectamente Batman podría ser malo: sed de venganza contra el mundo, poderes monetarios ilimitados, tiene una cueva oscura en su casa, le gustan los murciélagos. Es esa ambigüedad de nunca saber si en verdad nos quiere salvar o no, lo que hace a Batman tan atractivo.
Démosle crédito a Bruno Díaz: Hay que reconocer que el personaje tiene bastante oscuridad, uno nunca sabe bien qué lo motiva, qué está pensando, uno sólo sabe que no es muy feliz. Batman no quiere salvar al mundo como Superman, lo importante en él son sus conflictos internos, el resto (las peleas, los villanos) son una vía de escape de esa rabia incontrolable.
Pongámoslo así: Superman cantaría We are the World junto a Michael Jackson. Batman iría a un concierto de Nirvana.
¿Hubo algo más noventero que toda esa onda grunge de “no sé quién soy, no sé a quién amo, no sé comprometerme, no puedo mantener relaciones”? Yo, yo, yo.
El espíritu de los 90s es muy Peter Panesco: aparece la figura del hombre niño. Veinteañero cercanos a los 30 que crecieron en un entorno muy conservador, con Superman sobrevolando sus cabezas, y que se niegan a representar el papel de ejemplos. Rockeros que no se lavan el pelo, y gente que en medio del boom económico en la era Clinton comienza a comprarse juguetitos tecnológicos avanzados. En síntesis, una década de jóvenes atormentados que se niegan a crecer y usan sus gadgets para lograr sus objetivos, igual que Batman. Ultra noventero. Mándenlo al siquiatra, por favor.
En esa década además aparece Bill Gates, un tipo que se vengó del mundo que lo trató de ñoño cuando crecía, gracias a la tecnología que lo hizo millonario. Un Bruce Wayne con sistema operativo.
Despojado de Burton, no pasa mucho con Batman versión cine. Ya, ya, la de Val Kilmer no era terrible, pero ya la de George Clooney, para la casa. Cuando Burton dejó a Batman, el súper héroe se concentró en sus aparatos tecnológicos y juguetes nuevos, en lugar del lado oscuro. Es un personaje que se pierde muy fácil en sus gadgets. Recuperado eso sí en Batman Begins (2005), bravo por ello. ¿Y Spiderman?







Héroes como uno

Peter Parker es un héroe del siglo XXI. No es ni bonachón como el ochentero conservador, ni tan atormentado como el pobre niño rico noventero. Es un tipo sin muchas lucas, que vive en un departamento chiquitito, se le encoge el traje en la lavadora, y en la II tiene bloqueo por estrés y se le echan a perder los dispensadores de telaraña. Un clásico nerd enamorado de la chica linda que quiere ser actriz, protegido por el amigo mino y millonario.
Spiderman se cansa, le duele, le sacan la cresta. Lo picó una araña y él no tuvo la culpa. Tiene que salvar a su ciudad, pasar los ramos y mirar de lejos a la mujer que ama. Un chico como tantos.
Es Spiderman quien revivió la cultura de súper héroes en esta década. Venían los otros dos en declive (culpa de los Batman que tenían traje con pezones y de Superman 3), pero apareció Spiderman (2002), y aparecieron de vuelta Batman y Superman.
La última Spiderman es la más oscura, porque a Spiderman se le pega lo cosa negra salida del espacio y se pone malo. Pero el “malo” de Peter Parker hace lo que un tipo nerd piensa que hace un bacán. Y hace el ridículo. Parker es un súper héroe adorable, un tipo al que compadecemos pero que sabe estar a la altura de las circunstancias cuando se necesita. Además ahora pelea contra TRES malos en una sola película (lo que de repente igual es como mucho y explica la duración de la cinta; más de dos horas): un hombre de arena, un tipo al que se le pega la cosa negra mala del espacio, y el nuevo duende- su ex mejor amigo. Entonces Peter Parker no sólo mata a súpervillanos y salva Nueva York (lo que es bastante cool), sufre por amor, tiene que ir a la universidad, boletea y no tiene contrato, y esto no se los buscó ni nació así. Para él, la vida cotidiana es más dura que la pelea con cualquier súpervillano. Pero a pesar de todo, es un buen tipo y un excelente súper héroe. Peter Parker hace que andar en malla en cuatro patas se vea digno y hasta elegante. Traten de arreglárselas con eso, Batman y Superman. La primera película cierra con la voz de Parker diciendo: “Con lo que sea que la vida me espere, nunca olvidaré estas palabras: Con grandes poderes vienen grandes responsabilidades. Este es mi regalo y mi maldición. ¿Quién soy? Soy Spiderman”. Eso si que es texto. Spiderman se las arregla con lo bueno y lo malo que le tocó. Lo toma, lo asume y aperra. Y eso es lo que lo hace un héroe de verdad en esta década.

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